Los analistas saben que cuando un producto, digamos el tomate, tiene mucha demanda, muchos agricultores lo siembran y en la temporada siguiente hay gran oferta a un precio muy bajo. Eso podría ocurrir con las vacunas contra el COVID19 donde, por la escasez de un antídoto, miles de investigadores se pusieron a buscarlo. Y como nadie sabía quién iba a producir primero, muchos países enviaron órdenes de compra por los montos totales a varias empresas. Se sembraron y ordenaron más tomates de los que necesitaban.
Felizmente la ciencia avanzó muy rápido y ya en el 2020 llegaban vacunas rusas, chinas, norteamericanas y europeas a los compradores. En lugar de necesitar entre 2 y 3 años para tener la vacuna e inmunizarse totalmente, se prevé que muchos países inmunicen a toda su población para mediados del 2021.
Tomando el caso de los tomates, un buen analista diría entonces que es altamente probable que muy pronto habrá oferta de otras compañías farmacéuticas, que competirá con las vacunas que países como Canadá o Japón compraron en demasía. Eso permitirá que se vacune más rápido a toda la población mundial y que haya precios más accesibles a los países más pobres.
No es seguro que las vacunas se comporten como los tomates, pero hay alta probabilidad de que eso ocurra. Según ello los gobiernos deberían organizarse para una vacunación masiva rápida, y facilitar, en lugar de restringir, el ingreso de más actores para aprovechar la mayor oferta que se viene.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio