Cualquiera haya sido el resultado de las elecciones de ayer, los ciudadanos debemos asumir nuestra responsabilidad, apoyando y controlando a los elegidos. Veámoslo haciendo el paralelo con un proceso de compra cualquiera.
Luego de toda compra es natural que ocurra una etapa de convencimiento de la decisión tomada. Así, mientras el que consiguió lo que quería se reafirma en su buena decisión, quien no lo hizo buscará suavizar la “disonancia cognoscitiva”; el conflicto entre lo que desea y lo que obtuvo. Por ejemplo, quien quería un auto grande y solo pudo acceder a uno pequeño se dirá que tuvo suerte porque ahorra gasolina y se estaciona fácilmente.
En el plano político esta es una oportunidad para que los elegidos aprovechen la actitud positiva que los ciudadanos, hayan o no votado por él, le ofrecen. Unos para reafirmarse en su buena decisión y otros para encontrarle atributos que antes no veían. A diferencia de los acostumbrados mensajes triunfalistas y confrontacionales, deberían entonces aprovechar ese período de gracia para acortar la disonancia cognoscitiva de la ciudadanía, conciliar con sus oponentes, corregir promesas y pedir apoyo.
Los que no votaron por el ganador, sabiendo que de nada sirven ya lamentaciones o rencores, deben aceptarlo democráticamente. Y si ganó su candidato, aceptar su responsabilidad por lo bueno o malo que este haga. En ambos casos, la actitud más lógica es cooperar con el elegido hacia mejoras ciudadanas.
Pero luego de la excitación inicial, en toda compra siempre viene un período de análisis crítico. Allí se mira con detalle lo que funciona bien y lo que no, pensando en ejecutar las garantías y hasta descartar la compra futura de la marca. En el plano electoral, eso implica que la población se hace más sensible a las promesas incumplidas y a los signos de corrupción, apareciendo los pedidos de vacancia y, al no haber reelección, el rechazo futuro a su partido.
Toca entonces a las autoridades ser más cuidadosas en su actuar, pues es allí donde más duelen las promesas irracionales hechas en campaña. No deben olvidar que, a lo largo de todo su período, estarán sometidas a mucho escrutinio popular, hoy tremendamente empoderado por las redes sociales. Y toca a los ciudadanos ser los grandes vigilantes de la actuación de los elegidos, pero no solamente para poner en evidencia y quejarse por lo malo, sino también para reforzar y aplaudir lo bueno que ellas hacen.
En fin, entendiendo que terminaron las elecciones, pero no nuestra responsabilidad política, apoyando y controlando a los elegidos, los ciudadanos podremos avanzar en generar ese círculo virtuoso de democracia que todos ansiamos. Que tengan una gran semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio