Todos sabemos que, para generar bienestar común duradero, los peruanos debemos construir valores colectivos. Para eso, debemos reformar el sistema educativo, pero siendo una tarea difícil y lenta, podrían ayudar algunas herramientas ágiles como el cine, que tiene valor comprobado para generar cambios sociales.
¿El cine influye en la cultura? Sin duda y la evidencia es Hollywood, que logró que el mundo occidental se identifique con Estados Unidos, volviendo “malos” a los pieles rojas, japoneses, rusos, chinos, árabes y cualquier contrincante de turno de ese país, y que hizo que todos adoptemos su manera de actuar, de vestir y hasta de hablar.
Por otro lado, el cine ha definido en gran parte la imagen de algunos países. La India solo pudo empezar a presentarse como gran potencia del futuro cuando su cine de muletas y llantos se transformó en el espectáculo más vital de Bollywood. Y hoy la industria cinematográfica de Corea del Sur muestra al mundo la modernidad de su país y de sus productos disminuyendo, de paso, el rechazo tradicional que le tenían sus vecinos japoneses.
La evidencia contraria la muestra la URSS que, a pesar de tener a grandes directores como Sergei Eisenstein, nunca desarrolló un gran cine. Lo mismo que China, cuya producción es muy tradicional y de consumo interno. En ambos casos, su imagen internacional no corresponde a su fuerza económica o política.
¿Podría el cine ayudar al Perú? Sí, y no solo al Perú, sino a toda América Latina, incluyendo a países como México y Argentina, que alguna vez tuvieron un cine muy potente. Pero el camino, además de recibir ayuda estatal, debe pasar por hacerse más útil, acercándose más a satisfacer las necesidades de la población.
Para ello, los cineastas serían de inmensa utilidad participando, o incluso liderando, un movimiento nacional de progreso que acelere lo que al sistema educativo le tomará mas tiempo. Uno que, por ejemplo, resalte el esfuerzo de los microempresarios, ponga en relieve nuestra gastronomía, historia y naturaleza o que, en lugar de solo quejarse de las malas autoridades, enseñe a elegirlas mejor. Que, evitando un contraproducente cine de propaganda, haga arte libre, atractivo y/o crítico, pero, además, pedagógico.
Hoy, cuando por las cámaras más accesibles, nuevas técnicas virtuales y muchos más canales de difusión el cine tiene más facilidad para desarrollarse, nuestros cineastas tienen una oportunidad inmensa de crecer. Oportunidad que, bien aprovechada, aportaría bienestar integral a la sociedad. Y todos los apoyaríamos con placer. ¿No sería atractiva la película “Cianuro en el lomo saltado” sobre un cocinero que se enfrenta a los malos alcaldes? Que tengan una buena semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio