Cualquier parecido de esta fábula con la manera en que estamos usando el idioma, no es coincidencia. Para reflexionar.
“Antes todos en la selva hablaban su idioma nativo, pero algunos animales, creyendo que daba estatus, empezaron a mezclar su lenguaje con el “leonés”. Así algunas vacas entre sus muuus, soltaban grrauf y mrrmiaus aunque su manada no comprendiera, y todos reían cuando unos monitos al querer decir “gruauu” sonaban «kiauuu».
Luego unos venados y burritos decían llamarse Leonardo y Simba, y fue peor cuando muchas palomas se accidentaron al usar el leonés como idioma de vuelo, pues no tenía palabras como planear, elevarse y aterrizar.
El problema creció cuando, para ser igual de fuertes y poderosos, unos conejos decidieron comer carne y al no poder cazar tuvieron que comprársela al león.
El león empezó a exigir que todos “sus súbditos” le hablaran en su idioma, lo que fue aceptado por los animales más débiles, que hasta se disculpaban de no hablarlo muy bien.
Pero los fuertes, como los rinocerontes, continuaron hablando su propia lengua y más bien, cuando llegaba de visita, el oso panda chino y el oso siberiano, no le hablaban en leonés, mostrándole que ser monolingüe no es su fortaleza, sino su gran debilidad.
Los elefantes, los verdaderos reyes de la selva, ayudados por los papagayos, aprendieron muchas lenguas, para comunicarse con sus súbditos en su propio idioma. Solo si había varias especies y todos lo comprendían, usaban el “leonés”, como lingua franca.
Desde arriba, las jirafas, los grandes mamíferos mudos, pensaban en lo mucho que defenderían su idioma, si lo tuvieran. Porque sabían que la lengua es una fuerza que une y protege a los miembros de una especie.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica
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