Más allá del fondo, un buen discurso debe ser corto, simple y emotivo. Presentamos aquí una lista de estos aspectos, como consejo para un eventual discurso de los lectores, o por si quisieran analizar el reciente mensaje a la nación de la presidenta Dina Boluarte. Veamos.
Corto: A. Durar un tiempo razonable, pues su fuerza es inversamente proporcional a la distancia entre el saludo y la despedida. Buscar no exceder el período natural de atención de las personas, que les pide ir al baño o traer algo de comer.
B. Referirse solo a lo realmente importante, manteniendo a la audiencia esperando el tema que sigue, como en una obra de acción. Evitar con ello que revisen su WhatsApp o se den una pestañadita.
C. Mostrar solo lo esencial de cada tema, sin detalles que puedan diluir su impacto, dirigiendo a los interesados hacia documentos anexos. Por más detalles que haya en el menú, siempre habrá quien critique la falta de un platillo.
Simple: D. Informar de manera simple y ordenada, pensando en los menos educados y sofisticados de la audiencia. Usar palabras comunes, de pocas sílabas y frases cortas. Es mejor decir “subirán los precios y se venderá menos”, que “experimentaremos hiperinflación con recesión yuxtapuesta”.
E. Vocalizar bien, hablar fuerte y despacio, evitando tropezar con nombres y palabras complicadas, si los hubiera. Piano, piano, si va lontano.
Emotivo: F. Respetar los acentos, las pausas, y usar la entonación para reforzar los aspectos que se quiera enfatizar. Como en una partitura de ópera, se debe dar lugar para que los tambores aplaudan, y subir el tono en los momentos cumbre.
G. Usar un lenguaje corporal –manos, sonrisa y otros– que acompañe el discurso y refuerce el estilo del orador. Nikita Kruschev se quitó el zapato y golpeó la mesa en su más inolvidable intervención.
H. Usar un lenguaje que trasmita el espíritu del orador. Si la audiencia percibe que el discurso no va con la personalidad del emisor, dudará de su sinceridad. El hábito no hace al monje, y el discurso tampoco.
Pero antes que todo, se debe definir claramente la audiencia y los objetivos, pues no hacerlo invalida el fondo y la forma. Que quede claro si se busca cumplir con una formalidad ante un grupo homogéneo, por ejemplo, congresistas, o cambiar actitudes en un público amplio y variado. Incluso definir si se quiere solo hablarle a Pedro, o hablarle a Pedro para que escuche Juan.
En fin, si luego de este análisis el lector encuentra oportunidades de mejora en los discursos de la señora presidenta (más allá del evidente exceso en la duración), sería bueno que le envíe ‘tips’ para sus próximas apariciones. Así todos los peruanos ganaríamos mucho. Que tengan una gran semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio