Mi artículo de la semana pasada (“El 90% de votantes en contra”, El Comercio 21/6/2021) generó muchos comentarios y preguntas. Algunas me hicieron ver que así como un mal próximo gobierno puede tener a la mayoría en su contra, uno bueno puede lograr el resultado inverso. Veamos.
En la columna anterior presentamos a 12 tipos de votantes de este 6 de junio, diferenciados en tres grandes grupos. Un tercio que no votó o votó blanco y viciado (los ausentes y los ninguno), otro tercio que marcó la K (viva Fujimori, mejor Keiko, Gobierno capaz, no al comunismo y no a Cerrón) y un tercero que votó por el lápiz (ultraizquierda, la otra izquierda, como yo, reivindicación provinciana y Fujimori nunca más). Mostramos así que en estas elecciones se dio una gran dispersión y no el enfrentamiento ideológico de 50-50 de peruanos que algunos analistas señalan.
“¿Se trata de posiciones únicas y estables?” fue la pregunta más común que me llegó. Son únicas para efectos de clasificación, pero se puede tener varias motivaciones. Así, quien marcó la K por miedo al comunismo y porque cree que tiene al mejor equipo, se le clasificará por la motivación principal, sin negar que puede tener otra. Como en el zodiaco, se dirá que es Escorpio, con ascendiente Capricornio.
Pero como la mayoría no eligió por convicción, no son motivaciones estables. Hoy mismo algunos que marcaron la K están dudando, al creer que los pedidos de revisión de FP son un intento de patear el tablero electoral. Y también muchos que marcaron el lápiz están arrepintiéndose, al ver la inestabilidad que ya genera su eventual gobierno. Por ello una nueva elección tendría probablemente un resultado diferente al que se discute hoy.
“Y con la misma lógica de que quien gobierne tendría en contra al 90%, ¿no podría decirse que el elegido podría tener más bien a su favor al 90% de los ciudadanos (pues su oponente está en su misma situación)?”, me sugería otro lector. Mi respuesta rápida es que eso sería poco probable pues las propias campañas no buscaron que se quiera al candidato, sino que se rechace al oponente. Con certeza, quien gane no lo hará con la preferencia de las mayorías.
Sin embargo, una segunda reflexión me hace ver que, por esa misma falta de convicción al votar, quien gobierne podría tener el apoyo de la mayoría si asume posiciones que respeten la moderación de esta. El apoyo de todos los ciudadanos, que al haber votado (por él o contra él) sin mucha esperanza, respaldarían a cualquier gobernante que, en vez de dividir con extremismos, reconcilie sus variados intereses. Le toca a quien salga elegido escoger entre tener al 90% de ciudadanos en contra o a favor. Que tengan una buena semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio