“Estaría muy mal que seamos una nación que no agradece lo bueno que recibe”.
Una pareja de ancianos en Catapalla no tiene qué comer”, dice un locutor en Cañete e inmediatamente llama un panadero y dice: “Les dono una canasta de panes”. Así como esta, las acciones de solidaridad de empresarios durante esta crisis han sido probablemente las mayores en nuestra historia, y seríamos ingratos si no cambiamos nuestra costumbre de ignorarlas, y no les agradecemos por ellas.
Participaron desde el granjero Richard Huaraca, que ofreció sus codornices, hasta avícolas como Redondos y San Fernando, que repartieron pollos a miles de familias. Desde el chifa Chun Koc, que regaló 250 porciones de arroz chaufa, a Leche Gloria, que entregó más de dos millones de raciones de leche y cereales. Desde el taller Baigorria en Gamarra, que donó mascarillas, a los equipos médicos de punta dados por Hochschild, Minsur o Buenaventura, y las toneladas de productos sanitarios de Procter & Gamble o Inkafarma, transportados por Ransa. Y desde iniciativas de grupos como Intercorp, Breca y Romero, este último con más de 100 millones de soles para bonos a 150.000 familias, hasta el psicólogo que daba terapia gratuita. Además de los cientos de empresas que mediante la Confiep, Sociedad Nacional de Industrias, SNMPE o instituciones como Hombro a Hombro y Banco de Alimentos aportaron en esta crisis. La lista es muy larga.
Pero agradecerles ahora no es suficiente, sino que debería cambiar nuestra forma de reconocer su ayuda. Deberían cambiar aquellos medios que solo nombran a las empresas cuando se portan mal (se halló un tornillo en el restaurante XY), pero no cuando hacen algo bueno (“un conocido” restaurante regaló juguetes). Y, a menos que solo busquen destruir al sector productivo, los críticos profesionales deberían escuchar a los pedagogos y entender que la crítica pura solo empeora sus defectos. Y quizás, para contrarrestar a los que sin ayudar critican a los que sí lo hacen, deberían cambiar las empresas y hacer más evidente su solidaridad. Pero por encima de todo, deberíamos cambiar los ciudadanos, pues siendo bueno que seamos estrictos cuando alguien se porta mal, estaría muy mal que seamos una nación que no agradece lo bueno que recibe.
Más aún en esta crisis, cuando los millones de soles de alguna empresas y la canasta del panadero de Lunahuaná han marcado un hito en la solidaridad empresarial del Perú. Que tengan una gran semana.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica