Quien compra algo por primera vez, lo hace sólo por lo que el vendedor ofrece. Si este no cumple, el comprador decepcionado nunca más le cree, como ocurre con ese 85% de autoridades que no son reelectas aquí. Pero si cumple, se genera un círculo virtuoso de recompra y recomendación donde todos ganan, como podría estar empezando con la reelección de Lima como sede de los Juegos Panamericanos.
¿Por qué se reeligió a Lima tan rápidamente? Sin duda porque la primera vez que organizó los juegos lo hizo de una manera tan adecuada, que contrarrestó las dudas sobre su capacidad de hacerlo bien de nuevo. Tanto que hizo irrelevante el comentario desatinado del presidente del Comité Olímpico de Paraguay, de que Asunción era mejor sede pues en su país los presidentes sí terminan sus mandatos.
Hoy, que vuelven a surgir críticas, es importante ver que, si la organización del 2019 tuvo grandes riesgos, la del 2027 presenta ventajas mayores. Así, el dinero de todos los peruanos invertido por Carlos Neuhaus y su equipo en infraestructuras de buena calidad, se amortizará haciendo a los nuevos juegos mucho menos caros y más rentables económicamente. De la misma manera la experiencia adquirida hará que sea mucho menos complejo volver a organizar los temas de transporte, seguridad y el funcionamiento general del sistema. Y la población peruana, cuyo comportamiento fue ejemplar en el 2017, probablemente lo hará mejor debido al orgullo que le generó el evento. Y por sobre eso, los nuevos juegos ayudarán a que el equipamiento actual continúe siendo mantenido adecuadamente, cumpliendo con el objetivo definido desde el primer momento, somos testigos de ello, de que sea un legado para las generaciones futuras.
Pero la gran ventaja de un círculo virtuoso es que se puede convertir en una espiral de crecimiento exponencial de largo plazo, generando oportunidades que al inicio no se vislumbraban. Esta segunda edición podría llevar quizás a que el Perú se convierta en un centro de desarrollo deportivo para la región, aprovechando su buen clima y variadas instalaciones. O tal vez el conocimiento sobre cómo atender a gran cantidad de visitantes acelere el posicionamiento de Lima como gran ciudad turística del mundo y puerta de entrada a la región. Y quizás logre, además, contribuir a cambiar la actitud displicente de los limeños hacia su ciudad, generándoles orgullo y deseo de cuidarla. En fin, aunque las espirales virtuosas pueden tomar diversos caminos, para generarlas el requisito fundamental es entender que las cosas bien hechas traen recompensa. Como lo hicieron Lima y todos los peruanos en el 2019, y nos lo está mostrando esta nueva elección. Les deseo una buena semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio