Los limeños nos quejamos siempre de nuestro clima, de su humedad, garúas, cielo gris y hoy del calor. Eso cambiaría si lo comparáramos con el de otras capitales del mundo, frente a las cuales el clima de la capital peruana tiene grandes ventajas. Veamos.
Primero que nada, las temperaturas anuales entre 15 y 30 grados C. resultan relativamente cómodas por su cercanía a la del cuerpo humano. Y si a veces bajan o suben algo, sus picos son inmensamente menos incómodos que los fríos de 20 o 30 bajo cero de Estocolmo, o los calores de más de 40 en Abu Dhabi.
Con eso podemos realizar actividades de aire libre todo el año, como el fútbol, el vóley o el golf, que en zonas de climas extremos solo se practican unos meses. ¿Quiere usted hacer turismo en Varsovia? Revise bien el calendario, para evitar las épocas friísimas. ¿Madrid, Nueva Dehli o Panamá? Evite las épocas de alto calor, de monzones o de huracanes. ¿Lima? Puede recibir turistas incluso durante el invierno, que para los nórdicos es un otoño suave, y sin fenómenos meteorológicos extremos.
¿Las lluvias? Pueden ser fuertes en Bogotá o en Quito, pero en Lima ni siquiera se llaman así. Nadie usa paraguas aquí. Mas aun, la molestia de la garúa y la humedad es infinitamente menor a la de Ámsterdam o Bruselas donde, si se buscara realismo, las fotos de sus alegres ciclistas deberían mostrarlos bajo su lluvia presente casi todo el año. Aquí solo se mojan los 12 meses los surfistas de la única capital sudamericana al borde del Pacifico.
Por cierto, poco reconocemos la ventaja de tener un horario que no varía mucho, pues mientras en invierno el sol aquí tiene presencia de 6 am a 6 pm, en Moscú el día dura solo 7 horas. Los que trabajan o estudian allá nunca ven el sol en esas épocas, y los casos de depresión se multiplican.
Detrás de este clima hay otra ventaja que se obvia en los análisis macroeconómicos. Que mientras una familia de Ottawa cada invierno necesita 6 mil o más dólares para calefacción y ropa de abrigo, eso es una especie de ingreso (no registrado) que el clima nos da a los que no tenemos esos extremos. Y su influencia se ve hasta en la altísima tasa de propiedad de vivienda en Lima, en parte porque el clima suave permite que millones autoconstruyan casas propias, poco a poco, mientras viven en ellas. Si no fuera así, quizás seríamos como Berlín, donde 1 de cada 2 familias vive en casa alquilada.
En fin, en vez de quejarnos, aprovechemos las oportunidades únicas que nos da el clima de Lima para la producción, el turismo y la diversión. Y no olvidemos que no es el clima el que impediría, si nos decidimos, que hagamos que vuelva a ser la Ciudad jardín que antes ya fue. Les envío un caluroso abrazo.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio