Cerca del Día de la Canción Criolla, quizás analizar el criollismo nos ayude a entender mejor la esencia de la cultura peruana. Pues allí está parte de esa fuerza que necesitamos para avanzar unidos como país, y que puede protegernos algo de lo que pasa en lugares cercanos. Veamos.
Si bien la palabra ‘criollo’ aparece para señalar a los hijos de europeos nacidos en América, su uso se extendió a todo tipo de mestizaje (incluyendo el africano-europeo o creole). Esto, en el Perú, implicaría tanto al 60% que se declara mestizo, como a todo lo que tenga algo de cultura española, como el 25% que se declara indígena pero que habla castellano. Por ello, en nuestro país, ‘mestizo’ y ‘criollo’ serían casi sinónimos.
Una de las formas de expresar el criollismo se da por el lado de la música, que inicialmente aquí se manifestó más en la costa, primero con el vals peruano, llamado igual que el vals vienés; luego con la marinera –cuyo nombre, dicen, viene de ultramar–; y después con el folclor afroperuano. Mientras tanto, la música serrana seguía con ritmos menos mezclados con lo europeo, aunque usara violines, saxos, arpas y otros instrumentos importados.
Pero cuando las migraciones internas recientes juntan a todas las sangres del Perú, la música cambió radicalmente. En las fiestas del nuevo Perú mestizo se unieron huainos y mulizas a los valses y tonderos, y luego se revolvieron con salsas, cumbias y reguetones, surgiendo la chicha, la cumbia peruana y otras innovaciones. Así, en las ceremonias de los Juegos Panamericanos de Lima, todos los peruanos cantamos, sin diferencias de clase o regiones, “La flor de la canela”, el huaino “Hoy” de Gian Marco, el negroide “Akundun” de Miki González y “El arbolito” del grupo Néctar. Y bailamos, con saltitos andinos, “nunca, pero nunca me abandones, cariñito”, de Aníbal Rosado por Bareto. Y músicos tan criollos como Pinglo y Alicia Maguiña.
De allí sacamos tres enseñanzas. Una, la de eliminar las connotaciones de ‘criollo’ como persona astuta y rapaz, y la de ‘criollada’ como comportamiento innoble. De hecho, quienes las usan no solo insultan a la mayoría de peruanos, sino con altísima probabilidad también a sí mismos. Dos, reconocer que nuestra mezcla tan intensa puede ser una fuerza que nos proteja como nación ante fenómenos como los recientes de Chile, que se dan por la distancia social y no solo por la económica. Y tercero, que celebremos la música criolla con toda la música peruana mestiza (ver “El criollismo no ha muerto, está de parranda”), para reforzar ese valor que une a todo el Perú en una sola gran cultura.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica