La celebración del Día del Campesino el próximo 24 de junio es una buena ocasión para remarcar la nueva gran transformación social qué se está dando en nuestras zonas rurales. Veamos.
Primero, dos fenómenos importantes nos dicen que quizás debamos revisar si siguen siendo correctas las estadísticas que muestran que en el siglo XX el campo alberga a sólo 20% de la población peruana. Uno, el gran número de personas que, durante la pandemia, por seguridad o por falta de empleo, regresaron al campo del que habían emigrado. Dos, el incremento de personas que, con casa en la ciudad, se trasladan diariamente o durante ciertos días a su trabajo rural. Hoy la profusión de celulares y motocicletas pone en discusión los criterios tradicionales de morador urbano o rural, y el crecimiento del trabajo a distancia, gracias al Internet, acentuará ese fenómeno.
Por otro lado, siendo el campo más pobre, es importante ver si estamos considerando de manera adecuada a la riqueza. No olvidemos que, en el campo, además de crecer el empleo, los salarios se incrementaron más que en las zonas urbanas. Tampoco que, durante la pandemia, la producción y el consumo rural sufrieron menos que sus equivalentes urbanos. Paralelamente debiera también revisarse si es correcto utilizar criterios de riqueza citadinos, cómo tener auto, lavadora o techo de concreto, para evaluar el nivel socioeconómico del campo. ¿No será más pertinente conocer su número de vacas o de cultivos para autoconsumo?, ¿y no debiera corregirse el dato de su ingreso considerando el menor costo de vida fuera de la ciudad? Quizás evaluando así, no todos los rurales serían «E», como hoy muestran los datos de clasificación por NSE, y se entendería mejor el potencial de ese gran grupo social.
Finalmente, no debiéramos dejar de considerar que sí antes el énfasis en la importancia de la manufactura y la tecnología digital hacían parecer obsoleto el sector agrícola, hoy nadie duda de que la agroindustria es un pilar del futuro peruano. Que, como hicieron nuestros antepasados con los andenes, hoy miles de hectáreas de arenales y terrenos eriazos se convierten en terrenos de cultivo, haciendo crecer el tamaño y la importancia del sector rural peruano.
Celebremos pues este día del campesino con un sentimiento diferente al acostumbrado. Transformemos la nostalgia por el pobre campesino de antes (lo llamábamos «día del Indio»), en un sentimiento de optimismo por el nuevo mundo rural. Y con ello impulsemos una agricultura que genere más bienestar a todos los peruanos.
PD. Gran pesar por la partida de don Vito Rodríguez Rodríguez, un peruano ejemplar, que aportó mucho a la industria y al agro.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio