El Vaso medio lleno. Reflexiones sobre sociedad y empresa
Para enfrentar el incremento de la pobreza en el Perú, los ciudadanos, y en especial los empresarios, debemos tener claro lo que significa ser pobre. Veamos.
Más allá de los detalles técnicos, alguien que no es pobre (el 71% de la población en el 2023) puede escoger cómo satisfacer sus necesidades, mientras que el pobre (29%) debe usar solo lo que tiene a la mano. Así, mientras el primero puede decidir si hoy come pollito a la brasa o arroz con huevo, o zapatillas de marca en lugar de unas básicas, el pobre se alimentará y vestirá solo con lo más disponible. Pero entre los pobres existe un grupo de pobreza extrema, que hoy afecta al 5,7% de los habitantes del país, que para satisfacer una necesidad básica, como comer, debe sacrificar otra, como vestirse o tener salud. Así, un pobre extremo se hace más pobre cada vez que satisface alguna necesidad. ¿Qué implica la mayor pobreza para la economía y las empresas? Implica entender que los 500 mil pobres adicionales en la población este año tendrán una forma de demanda diferenciada. Por ejemplo, los pobres no extremos preferirán más los productos cuya marca les asegure beneficios objetivos y no solamente simbólicos. Los pobres extremos, por su lado, estarán obligados a reducir su consumo y priorizarán los alimentos frente a otras necesidades como educación y muchas básicas como vivienda o vestido. El pobre no extremo variará su consumo, el pobre extremo lo disminuirá.
¿Qué deben hacer frente a esto las empresas? Deberían primero, más allá de prejuicios y estereotipos, saber que el pobre no extremo no buscará necesariamente el precio más bajo, sino que preferirá a quien le dé mayor valor, rendimiento o calidad, a un precio accesible. Podrían entonces ofrecer atributos que les aporten valor, evitando los que, como vemos frecuentemente en nuestras consultorías, solo suben el costo, como un empaque sofisticado o un ingrediente no esencial. Para los pobres extremos deberían entender que, siendo fundamental el precio y una calidad básica, también lo es la accesibilidad que brinda la compra en pequeños volúmenes o porciones.
Ahora, sabiendo que para combatir las carencias fundamentales de la pobreza extrema son casi indispensables los subsidios directos, como los de Pensión 65 y similares, también deben reconocer que el trabajo del Gobierno no es suficiente. Y que, por ello, se necesita que ellas también participen apoyando, como lo hicieron de manera ejemplar durante la pandemia del COVID-19 y lo hacen hoy con las cocinas populares y similares.
Por cierto, más allá del deber humano de ser solidarios con quienes sufren, las empresas no deben olvidar que los pobres son clientes potenciales para cuidar, pues diversos estudios longitudinales muestran que la inmensa mayoría de ellos solo permanece en ese estado uno o pocos años. Con ello deberían también considerar que ayudando a los pobres contribuyen a cortar el muy peligroso círculo vicioso de pobreza creciente que daña a todo5s, incluyendo al sector productivo. Les deseo un buen fin de semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio