En tiempos en que se habla mucho de empresas y corrupción, es importante señalar también que hay muchas que aportan a la sociedad más que lo que se les exige. Veamos.
Una empresa cualquiera, sea una pequeña bodeguita que atiende de 6 a.m. a 11 p.m., o una gran multinacional que produce los alimentos que vende esa bodega, dan un gran servicio a la sociedad. Ambas generan puestos de trabajo, facilitan la vida de las familias que acceden a sus productos y pagan los impuestos que permiten tener escuelas y carreteras. Pero algunas de ellas dan unos pequeños pasos más, que las hacen especialmente apreciadas por todos.
Se trata de empresas que, además de hacer bien su trabajo central, se esfuerzan por hacer algo que beneficie de manera más amplia a sus clientes y a su entorno. Por ejemplo, esa bodeguita que además de dar muy buen servicio patrocina al equipo de fútbol del barrio o hace una campaña para mantener limpia la cuadra. También esa gran empresa que se preocupa por que sus embalajes sean reciclables y respeten el ambiente. Y tal vez aquel taxista, que en todas sus carreras enseña a sus pasajeros la importancia de respetar las reglas de tránsito. No se trata siempre de hacer algo espectacular, sino como dirían algunos, de andar ese kilómetro adicional en beneficio de otros que hace la diferencia.
Ejemplos reales de este tipo de acciones en el Perú hay muchos, pero lo usual es que no los conozcamos o reconozcamos. Este es el caso del modista que pudiendo hacer ropa en su fábrica prefiere darles trabajo a los presos, de la empresa de cosméticos que empodera a las amas de casa en vez de usar distribución tradicional, del medio de comunicación que en lugar de solo sumarse al morbo hace campañas para hallar jóvenes desaparecidos y de la empresa de fierros de construcción que da clases a los autoconstructores para que hagan sus casas más seguras.
Con ese esfuerzo todos ganan. Ganan los consumidores porque reciben los productos y servicios que necesitan y gana la sociedad porque recibe de las empresas más que los impuestos que normalmente les exige.
¡Pero eso no es correcto, porque lo hacen para vender más!, dirían algunos. Eso es cierto en muchos casos, pero ello es todavía mejor, porque así la bodeguita, la multinacional y el taxista van a generar más trabajo, pagar más impuestos y crear más bienestar. Y porque podrían no hacerlo y dedicarse simplemente a cumplir con las reglas que todos están obligados a seguir. Y es por eso que debemos reconocerlas y premiarlas. Para estimularlas a seguir actuando así, y para que otras empresas vean que ponerle corazón a sus actos trae recompensas.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de Arellano Marketing y profesor en Centrum Católica