Mientras muchos peruanos se preguntan cuál debería ser el eje guía de nuestro desarrollo, nosotros creemos que este existe desde comienzos de la república cuando, junto al escudo nacional, los padres de la patria pusieron en las monedas el lema “Firme y feliz por la unión”. Quizá por haberlo olvidado no somos hoy unidos ni firmes ni realmente felices, pero si este 2022 nos propusieramos corregir el error, podríamos avanzar mucho. Veamos.
Es claro que no somos unidos. No solo insistimos en nuestras diferencias, ignorando el creciente mestizaje, sino que diversos estudios muestran que los peruanos tenemos uno de los niveles más bajos de confianza interpersonal en el mundo. No confiamos en los otros, más allá de nuestra familia cercana. Tampoco podríamos decir que somos felices, pues nuestros trabajos muestran que mientras los peruanos evaluamos con nota 16 nuestra felicidad personal y familiar, creemos que el resto de conciudadanos tiene solo 12. Yo lo soy, pero no tú. ¿Seremos entonces firmes? Difícilmente. No es firme nuestra economía, que tiene inmensas subidas y bajadas de un año a otro, ni nuestra política, donde un candidato puede ser primero hoy y último la semana siguiente.
Es cierto que ser individualistas nos permitió sobrevivir y crecer algo, pues cada quien se preocupó por mejorar a su familia, sin esperar ayuda de terceros. Sin embargo, así no podremos construir una nación próspera. De hecho, día a día vemos los problemas de la falta de unión en el tráfico o en el comercio informal donde cada quien avanza sin importarle si detiene o daña a otros. Los vemos en el desarrollo de sectores como bancos o supermercados, que se limitan a servir solo a una pequeña porción de peruanos. Y, sobre todo, lo vemos en la política, donde por tener cientos de pequeños movimientos independientes triunfan posiciones que buscan la confrontación en vez de la unión entre peruanos. En todas las áreas, la desunión nos perjudica.
Por eso, este enero del 2022 debería marcar el inicio del tercer centenario de la república buscando honrar la propuesta de unión de sus fundadores. Ser visto, por ejemplo, como el momento de unirnos entre vecinos para generar proyectos buenos para el barrio y la ciudad, de construir cadenas de pequeñas y grandes empresas que lleven bienestar a muchos, y de aliarnos entre las asociaciones que buscan el progreso del país.
Pero hoy, sobre todo, dada la coyuntura, debe ser entendido como el momento de juntarnos en grandes partidos democráticos, que tengan fuerza para defender el progreso de todos. Los líderes que lo entiendan verán que no es muy difícil, pues hasta su lema tiene ya dos siglos. Feliz 2022, firme y feliz por la unión.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio