Difundir solo noticias negativas les hace daño a la economía, al país y a las familias.
El jueves pasado, luego de la victoria del equipo peruano de fútbol sobre el de Chile, me sorprendió el comentario de mi amigo Carlos, constructor de edificios, diciéndome que con ese triunfo iba a vender más. La explicación que me dio fue muy interesante.
Me dijo que desde hace un tiempo sus ventas estaban un poco más lentas y que él encontraba dos razones. La primera, que había más oferta y que el comprador se había vuelto más exigente al conocer todas las opciones que tenía. ¡Temas de la libre competencia, me dijo, que contrarresto incrementando los acabados, la imagen del edificio y adaptándome más a las necesidades puntuales de cada cliente! Al fin, con las buenas estrategias, y más esfuerzo, siempre termino vendiendo, aunque un poco más despacio que antes.
La segunda razón de sus menores ventas dependía del ambiente externo. No me podía asegurar si la causa eran las malas noticias de los medios y las redes sociales, pero lo que sí sabía, por experiencia de años en el negocio, era lo que pasaba cuando ocurría lo contrario. “Hoy jueves 4 –señaló–, cuando ayer le ganamos a Chile, los medios y las redes están limpios de malas noticias, todos hablan del triunfo, del país que gana, del patriotismo y de lo buenos que somos. Y hoy, como ya me ocurrió cuando clasificamos para el Mundial y en ocasiones similares, sé que la gente va a venir con menos temores a comprar sus departamentos. ¡Cuando fuimos a Rusia vendí cuatro departamentos en tres días, y sé que hoy va a ocurrir igual!”.
Todas nuestras investigaciones muestran que cuando hay pesimismo la gente no se compromete a grandes gastos, pues no sabe si luego podrá pagar las obligaciones que contrae. ¿No explicará eso algo de la menor demanda de cemento, que hoy se achaca solamente al poco gasto público? ¿Y no será que la baja de venta de vehículos obedece, además de a los impuestos selectivos, al estado anímico de las familias? Peor aun, se sabe que cuando hay gran inquietud sobre el futuro incluso se limitan los gastos de consumo, como salidas a comer y hasta alimentos para el hogar. ¿No estará allí la causa del menor crecimiento del gasto en los hogares que se ve hoy?
En fin, tanto la teoría sobre la importancia del optimismo como la explicación de mi amigo Carlos sobre sus mayores ventas con cada gol del Perú nos dejan la certeza de que difundir solo noticias negativas les hace daño a la economía, al país y a las familias. Y que si los medios, redes y líderes de opinión se levantaran cada día como si ayer hubiera ganado el equipo peruano (o con optimismo hasta el último minuto, como lo tenía cada jugador en la gran final contra Brasil), todos viviríamos mejor. Que tengan una buena semana.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica