En el calor de la discusión que se está dando sobre las raíces españolas de los peruanos, corremos el riesgo de minimizar la importancia de los aportes de nuestra cultura incaica. Veamos.
Como dijimos en esta columna ya varias veces, la conquista española ha tenido muchos aportes positivos, empezando por que Hispanoamérica es una de las pocas regiones del mundo en donde en lugar de generar un apartheid, se fundieron en una nueva raza conquistadores y conquistados. Junto con una mezcla racial que hace que la gran mayoría tengamos apellido hispano, entraron a nuestra cultura el castellano, la religión católica, los caballos, las vacas y el pisco, entre tantos otros aspectos de nuestro día a día.
Pero no olvidemos que cuando llegaron los europeos, los Incas eran una cultura muy avanzada. Entre otras cosas que era el imperio de mayor extensión del mundo, mucho más que el imperio español, extensión administrada con 60,000 kilómetros de caminos del Qapac Ñam, que iba desde la actual Colombia hasta Argentina. Y aunque el Inca tuvo muchos enemigos, a diferencia de los mexicas, su sistema de anexión se basaba mucho en alianzas con los pueblos conquistados a partir de matrimonios de sus tropas y enviando a Mitimaes, pueblos quechuas trasladados de un lugar a otro, para generar mezclas culturales.
Adicionalmente no minimicemos su gran desarrollo en aspectos sociales, como por ejemplo que Cusco era una ciudad mucho más grande, ordenada y limpia que el Madrid o París de la época (igual que Chan-Chan muchos años antes). Y ese mismo avance existía en temas como la astronomía (el observatorio solar de Chanquillo lo demuestra), la ingeniería hidráulica (con sistemas de irrigación que son utilizados hasta hoy), y también la arquitectura y técnicas de construcción como las de Sacsayhuamán y Machu-Picchu.
La realidad es que hispanos e incas fueron culturas con grandes fuerzas y también grandes debilidades, en cuyo encuentro el azar tuvo gran importancia. Les tocó ganar a los europeos, porque llegaron cuando dos hermanos luchaban por el trono y tuvieron la ayuda de los enemigos de ambos grupos. Pero un análisis imparcial, no sesgado culturalmente, nos diría que perfectamente hubiera también podido darse lo contrario, como en la novela “Civilizaciones”, de Laurent Binet, donde tomando los barcos de Pizarro, Atahualpa llegó a Madrid, capturó a Carlos V y estableció su reino en la península.
En fin, siendo conscientes de que estamos muy teñidos por la forma de ver el mundo de los europeos, evitemos que eso nos impida apreciar los avances del mundo incaico. Y basados en esa realidad mixta, hagamos valer lo mejor de nuestras dos grandes raíces. Que tengan una gran semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio