La Inteligencia artificial (IA), la gran sorpresa del 2023, puede ser tremendamente útil para los países en desarrollo, si sabemos aprovecharla bien. Veamos.
Durante la mayor parte de la historia la tecnología ha sido escasa y de muy lenta difusión. La invención del telar a vapor permitió a Inglaterra dominar el mundo con sus textiles, y el desarrollo del automóvil hizo de Estados Unidos una gran potencia. Pero con el internet y la globalización, las nuevas tecnologías blandas (softwares), se difunden cada vez más rápido y a menor costo. Así, en menos de un año la IA está disponible en todo el mundo y diariamente aparecen aplicaciones gratuitas o de bajo precio, para ayudar en casi cualquier actividad, ya sea sembrar paltas, hacer cimientos o preparar folletos de venta.
No siendo la falta de esfuerzo sino la falta de conocimientos y herramientas la causa de la menor productividad de muchos países emergentes, las nuevas tecnologías pueden reducir la desventaja. De hecho, ya muchos buenos empresarios pequeños le piden al “maestro Google” que les enseñe a ahorrar tela al coser o a hacer soldaduras más eficientes. Lo nuevo es que la IA puede multiplicar esa facilidad infinitas veces.
¡Pero los que producen la tecnología siempre la aprovechan primero! Es cierto, pero su ventaja es más corta hoy, pues al no existir barreras físicas para su creación, la competencia entre desarrolladores es inmensa. No olvidemos que, a diferencia de producir cobre, café o algodón, que necesitan condiciones excepcionales, se puede desarrollar software en cualquier lugar del mundo, Francia, Suecia o Vietnam. Por ello, así como los países del norte utilizaron la sobreabundancia de petróleo en el sur para desarrollar sus industrias, hoy parece ser el momento de que los países del sur aprovechemos la accesibilidad tecnológica. A río revuelto de productores, ganancia de utilizadores.
No es que esas tecnologías nos permitirán construir autos eléctricos u otras máquinas sofisticadas, pero sí podrían hacer que nuestros mineros artesanales, constructores o agricultores multipliquen su productividad actual. Con ello se rompería el círculo vicioso de baja productividad, pobreza e informalidad, y luego a estimularía la producción de tecnologías más específicas para nuestras necesidades. Como ya está haciendo China.
¿Lo que decimos no le suena creíble al lector? Le sugiero sólo dar un primer paso buscando información sobre IA en internet y en sus redes. Le aseguro que se sorprenderá con todo lo que allí se ofrece. Entonces quizás concordará con este autor sobre la tremenda oportunidad que el mundo ofrece a los países en desarrollo hoy, y que no debiéramos dejar pasar. Les deseo una gran semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio