Si Karl Marx escribiera hoy sus tesis en el Perú, probablemente haría cambios drásticos a los enunciados que hizo en el siglo XIX. Esto porque las características de proletarios y de propietarios del Perú y de muchos países latinoamericanos son completamente distintas a las de sus tiempos. Veamos.
Hoy quizá Marx no hablaría de que propietarios y proletarios son grandes enemigos, como probablemente lo fueron en los tiempos de los latifundios agrícolas y de la producción industrial incipiente del siglo pasado. No lo diría aquí primeramente porque hoy, en nuestra sociedad, hay más propietarios entre los llamados pobres que entre los supuestamente más ricos. Así, por ejemplo, hay más dueños de vivienda en los antes llamados “conos” de Lima, Arequipa o Trujillo, que en los barrios tradicionales –como San Isidro o Miraflores– de la capital del país. Serán tal vez producto de invasiones, pero son propiedad al fin, que no querrán distribuir como lo planteaba la teoría marxista en su época.
De hecho, el pedido de Marx de repartir la propiedad privada aquí tiene tan poco eco que las exigencias de nuestras izquierdas están más orientadas a defender el agua o la naturaleza, como en Conga y en Tía María. Más cercanas a los movimientos ambientalistas modernos que al planteamiento comunista ortodoxo.
Y contra lo que vio Marx, los proletarios no serían en nuestra realidad actual los más pobres. El nombre, que derivaba del hecho de que en vez de propiedad solo tenían prole (hijos), se aplicaría menos aquí, porque la inmensa disminución de la natalidad ha hecho que el promedio de hijos sea de dos por familia, y no necesariamente las familias más prolíficas está entre las más pobres. Más bien, frecuentemente se encuentran familias numerosas en personas muy conservadoras y de altos ingresos. Es decir, hay más prole arriba que abajo.
Y si Marx planteaba que el liberalismo era propio de los ricos, mientras que los pobres buscaban un Estado interventor que impida sus abusos, hoy aquí es exactamente lo contrario. Esto porque el 95% de las empresas son pequeñas o micro, propiedad de individuos de las grandes mayorías, cuyos dueños, como lo demuestra el altísimo grado de informalidad de nuestros países (que es el máximo nivel de liberalismo, casi de anarquía) no quieren el control del Estado. Y por cierto, difícilmente se presenta en ellos el conflicto con la patronal, pues son sus propios patrones.
En fin, conmemorando los 200 años de su nacimiento, quizá el mayor homenaje que le puedan hacer los marxistas a este burgués librepensador de otras épocas es respetar su espíritu analítico y adaptarse a los tiempos para buscar la necesaria justicia social. O condenarse a una miopía que probablemente el mismo Marx desaprobaría.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de Arellano Marketing y profesor de Centrum Católica