Hasta hace algunos años el hogar se usaba muy intensivamente, para trabajar, almorzar con el horario partido, celebrar los cumpleaños, curarse una enfermedad y hasta para los alumbramientos. Pero con el tiempo el taller empezó a separarse de la casa, el horario corrido hizo comer en el “menú” o llevar lonchera, y si se cena, la comida ya se preparaba en la cocina, pues hasta la mamá Conservadora, empezó a desaparecer. ¿El cumpleaños del hijo? en el restaurante de moda. El uso de la casa se redujo a pernoctar.
Y entonces la pandemia del 2020 y cuarentena puso el movimiento hacia la calle en reversa. Al verse recluida al espacio hogareño la gente vio cuanto servía tener una sala para conversar, y un espacio para ejercicio. Apreció también la correcta orientación al sol, la buena vista y inmensa suerte de tener balcón. Y se dio tanto los Formalistas, personas con empleo de oficina que empezaron a tele trabajar, como en los Progresistas que empezaron a producir desde casa tortas, mascarillas o cualquier producto comercializable.
Y cuando pase la pandemia, lo aprendido abrirá oportunidades para muchas empresas, sean de delivery de comida, catering, ropa para interiores, muebles adaptados, enseñanza virtual, servicios a domicilio y tantas otras que el lector imaginará. Y deberá darse una revolución en el sector inmobiliario, donde nuestros estudios muestran demandas de cambio muy profundas. Porque como dicen en las salas de juego, siempre la casa gana.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio