Si pone el lector una cucharada de azúcar en una taza de café, encontrará muy agradable el resultado. Si pone dos cucharadas, verá que el sabor mejora mucho. Lo extraño es que si vuelve a tomar café con solo una cucharada, este le resultará amargo. Esta reacción, absolutamente natural, puede ayudarnos a explicar por qué los chilenos eligieron a Boric; los españoles, a Sánchez; y los peruanos, a Castillo. Veamos.
¿Cómo entender que los chilenos, que triplicaron su bienestar, no agradezcan a la política económica que los llevó a esa mejora y elijan a quien plantea lo contrario? ¿Qué puede explicar que los españoles voten por partidos de izquierda que, en el discurso, se oponen a la economía de mercado que los hizo crecer en la posguerra? ¿Significa eso, como dicen sus opositores, que la propiedad privada, el libre cambio y la promoción de la producción empresarial no traen mejoras reales?.
Para nada. La razón de esa reacción, como en el café, es que los ciudadanos, hasta fisiológicamente, tenemos la característica de estar eternamente insatisfechos. Eso, al punto de que el más alto nivel de satisfacción que hemos experimentado se convierte en la calidad mínima que esperamos en nuestra próxima experiencia.
¿Es que los millones de peruanos que salieron de la pobreza son tan ingratos que no reconocen su mejora? No, pues aunque saben que tienen carencias grandes, las encuestas nos dicen que reconocen que tienen mucho más bienestar que sus padres a su misma edad: ahora son propietarios de sus viviendas y de sus empresas, sus hijos son profesionales y sus posibilidades de desarrollo son mayores. El problema, o la realidad, es que esas mejoras ya logradas hoy son solo la mínima satisfacción aceptada. Por ello, los últimos cuatro o cinco años de bajo crecimiento peruano, una cucharada de azúcar, les resultaron insuficientes a quienes ya tomaban dos y les abrieron los oídos a los cantos de sirena que prometían mejoras más rápidas.
¿Cuál debe ser aquí la enseñanza para la democracia? Que ningún gobierno ni sistema de convivencia social y económica en Chile, España o Noruega debe sentarse en sus laureles, creyendo que el pasado asegura la gratitud futura de la ciudadanía. Que la población, mucho más en situaciones como la peruana, donde existen aún inmensas carencias, va a exigir siempre más sobre lo ya obtenido. Que nunca se debe dejar de mejorar, no en momentos de penuria ni tampoco en aquellos de crecimiento, porque eso atrae a francotiradores que se aprovechan de esa rendija del comportamiento humano. Y que más que dudar de un sistema que demostró que funciona, debemos buscar que cada vez funcione mejor, como con el azúcar en nuestro café. Que tengan una buena semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio