Luego de mostrar a los adultos mayores y los jóvenes adultos, corresponde ver al grupo de adultos maduros, esos que, estando entre los 40 y 60, tienen la gran ventaja del balance y son el eje de desarrollo armonioso de la sociedad. Veamos.
Siendo casi 1 de cada 4 peruanos su característica central es que tienen todavía el ímpetu para asumir riesgos junto con la cautela para temperarlos, la inquietud por innovar, pero limitada por la experiencia de éxitos y fracasos anteriores, y la apertura para admirar lo bueno de la gente sin exagerar sus atributos. Tienen además la capacidad de ver los problemas de manera integral y buscar soluciones desde diversos ángulos, en vez de fijarse en un solo método como muchos jóvenes, o usar recursos obsoletos, como algunos mayores. Todo ello, porque son el puente entre la tradición que recibieron de sus padres y la apertura al mundo y a las nuevas tecnologías que les llegaron en su juventud.
Así, su aporte a la sociedad es fundamental, porque con ese balance de fuerza y experiencia asumen la responsabilidad más pesada de todas las generaciones, la de dirigir la producción, mantener a familias con hijos adolescentes y, con frecuencia también cuidar a sus padres mayores.
¿Qué les falta para mejorar? Su aporte ya es muy grande, pero podría mejorar si, primero, sin dejar de actualizarse permanentemente, no se dejen impresionar por la supuesta superioridad de los más jóvenes en el manejo de la tecnología. De hecho, diversos estudios muestran que la mayoría de “start ups” exitosas fueron fundadas por hombres y mujeres entre 42 y 45 años (Harvard Business Review) y, por ejemplo, que el verdadero éxito de Steve Jobs, el I-Phone, le llegó cuando soplaba 52 velitas.
Lo segundo es tratar de extender su preocupación por sus familias hacia el cuidado de la sociedad, que cada día sufre por falta de liderazgos balanceados. Ejercer así su función de eje y ejemplo social a las actividades políticas, que necesitan mucho de su energía y serenidad.
Tercero, aunque choque con lo anterior, tener la fuerza de decir no y basta, a las demandas exageradas y dedicarle algo de tiempo al descanso. Y allí, por el bienestar de todos, está la obligación de los más jóvenes y de los más viejos, de ayudarlos a que eso sea posible Con ello los primeros aprenderán aspectos que les serán útiles después, y los mayores podrán seguir aportando a la sociedad.
Por otro lado, nos toca a todos reconocer el esfuerzo de este gran grupo social, al que poco se menciona y menos se agradece. Grupo cuyo equilibrio de músculo, corazón y cerebro aporta a nuestra sociedad una gran parte del bienestar que posee. Que tengan una gran semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio