Además de Donald Trump y Justin Trudeau, esta semana se reúnen en Lima los presidentes de América Latina, la más grande y homogénea, aunque no reconocida como tal, región cultural y económica del mundo. Gran oportunidad para ponerla en valor. Veamos.
¿Ciertamente no nos reconocemos como región? No, y por eso chilenos, ticos o brasileños casi no usamos el gentilicio “americano” para autodefinirnos, mientras los europeos se llaman así siempre. De hecho, al no tener un nombre diferencial, los estadounidenses utilizan “América” para referirse a su unión de manera exclusiva, sin que nos sintamos afectados. Así, aunque el presidente Trump diga “we the Americans” para proponer un muro con México o maltratar a los migrantes latinos, en la región llamamos “producto americano” o “embajada americana” a los de Estados Unidos, y no a los de cualquier país del continente.
¿Pero es América Latina el más grande y homogéneo grupo cultural del mundo? Sí, pues 7 de cada 10 habitantes de América son latinoamericanos. Setecientos millones de personas con dos idiomas (unidos en el portuñol), cinco siglos de historia común, el mismo mestizaje indígena, europeo y africano e ingresos parecidos. Más numerosos que los 400 millones de chinos o los 300 millones de indios que están en la economía moderna de sus países, y más homogéneos que los 600 millones de la comunidad europea, con culturas distintas que necesitan 22 etiquetas para atender a su mercado.
¿Y por qué no nos hemos unido? Porque desde el siglo XIX, cuando las regiones del norte americano se juntaban para formar un país, en el sur, nuestros caudillos se esforzaban en dividirnos en países cada vez más chicos. Y para mantener esa división hoy resaltamos nuestras diferencias más que nuestros puntos de unión. Así mientras el recuerdo de guerras del siglo XIX nos impide abrirnos a nuestros vecinos, entre Francia y Alemania, con millones de muertos en guerras muy recientes, se comercia sin fronteras y en una sola moneda. Y si aquí insistimos en las diferencias entre argentinos y venezolanos, allá españoles y holandeses se ven como iguales, siendo muy distintos en lengua, historia, riqueza y hasta talla.
¿Se vislumbra una unidad? Sí, por el lado de las migraciones y de las empresas, que unen a los países con inversiones y mercados cruzados, más que por la política, que nunca planteó un acuerdo que una de manera práctica a toda América Latina. Por ello, la reunión de Lima, el corazón geográfico de la región y la última capital en independizarse de España, puede ser la ocasión ideal para que nuestras autoridades impulsen esa unidad latinoamericana que la cultura, la geografía y la economía muestran como natural, y que sin duda nos haría más fuertes.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de Arellano Marketing y profesor en Centrum Católica