Muchos expertos se dedican a traer tendencias de países desarrollados pensando que aquí son novedades, siendo que a veces tenemos una experiencia muy relevante y rica sobre esos temas. Este es el caso de la llamada “economía colaborativa”, de la que más que copiar, podemos enseñarle mucho al mundo. Veamos.
¿Qué es la economía colaborativa? Es una corriente muy de moda fuera, orientada a prestar, alquilar, cambiar o vender bienes o servicios, reduciendo los desperdicios y las ineficiencias, y cuidando el medio ambiente. Ejemplos de ello son Airbnb, que permite que usted alquile a un turista ese cuarto que ya no usa, y también Uber, que hace lo mismo con su tiempo libre y su auto. Otros son las redes para intercambiar ropa de niños entre padres con hijos de edades compatibles, así como el llamado ‘crowdfunding’, donde muchos aportan pequeños montos para financiar start-ups a cambio de un precio preferencial por el futuro producto.
¿El Perú sabe de esa novísima tendencia? Sí, porque aquí la practicamos desde hace muchísimo tiempo, como se ve en los ejemplos siguientes.
“¡Compro botellas, cartones, periódicos, fierros viejos, ropa usada, compro!”. Desde siempre, el ropavejero hace aquí un gran servicio de reciclaje, trocando cosas usadas contra algunas monedas o productos de plástico. Como en la web de Mercado Libre, pero en vivo y en directo.
“One night dress”. En el reciente concurso del Indecopi Primero los Clientes, me dio gusto premiar un servicio de alquiler de trajes de fiesta con ese nombre. Este tipo de empresas, que facilita la vida y la economía de los jóvenes, es muy popular desde antaño.
“¡Plaza Grau, 28, Javier Prado, Aramburú, Ricardo Palma, Chorrillos!”. Escondiéndose de la policía (como Uber en algunos países), los autos colectivos movilizan a muchos desde comienzos del siglo XX. Igual que el supuestamente novísimo ‘taxi-sharing’ del que se habla en el mundo.
Y si afuera están de moda las ‘nursery co-ops’, donde los padres crean guarderías para cuidar colectivamente a sus hijos, aquí las tenemos desde hace mucho tiempo. Solo que se llaman wawahuasis, y su nombre suena poco tecnológico para algunos.
¿Un ejemplo de ‘crowdfunding’? Esa pollada pro fondos de máquina de coser, donde muchos compran un ticket para apoyar al vecino, a cambio de una buena presa de pollo y el compromiso de ayuda recíproca. Existe aquí desde mucho antes que aparezca esa palabra en inglés.
En fin, si los ejemplos citados han demostrado por decenios que funcionan bien aquí, mejorados podrían hacerlo aún más, aquí y afuera. Tremenda oportunidad de valorarlos y comenzar a ser maestros y no solo seguidores de lo que ocurre en el mundo.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de Arellano y profesor en Centrum Católica