“Los elegidos deberían entender que tienen solo votantes accidentales y volátiles”.
Más que la fuerza de nuevos jugadores políticos, las últimas elecciones congresales parecen mostrar la fuerza de las leyes del azar. Tanto que, si en lugar de votos se hubiese utilizado una ruleta, donde cada número habría tenido la misma probabilidad de ser elegido, los resultados serían muy similares. Veamos.
Para empezar, debe verse que algunos ‘números’ casi no entraron al juego. Así, no entraron los partidos desconocidos, que solo recibieron el apoyo de sus grupos cercanos. Y tampoco jugaron los que iban contra la razón misma de esta elección, que era cambiar a los congresistas. Con ello, 12 partidos ‘desconocidos’ y ‘reeleccionistas’ se distribuyeron, sin obtener curules, el 30% del voto.
Paralelamente, los nueve partidos que sí pasaron la valla electoral compartieron el 70% de los votos de una manera sorprendentemente equitativa. No ocurrió, como en ocasiones anteriores, que unos tengan mucho y otros muy poco, sino que ninguno tuvo más de 10% ni menos de 6%. Como si en vez de elegir, los votantes hubieran decidido sus votos por sorteo.
¿Y cómo se explicarían los votos ligeramente mayores hacia ciertos partidos? Quizás, como en una ruleta donde variaciones infinitesimales dan mínimas ventajas a unos números, aquí pequeñas tendencias orientaron el voto en una u otra dirección. Así, tal vez muchos marcaron el pescadito por una –pequeña– identificación social; otros votaron por Urresti por un –ligero– mayor temor a la inseguridad; algunos por Antauro, por un rechazo –algo– más alto al sistema; y otros por AP, solo por ser conocido y sin riesgo. Así, más allá de pequeños grupos duros con convicciones muy ancladas (por ejemplo, los reservistas o los neoisraelitas), la decisión mayoritaria pareciera solo circunstancial.
¿No es posible que haya sido un voto reflexivo? La estadística no puede descartar que hayan aparecido nuevas tendencias políticas importantes, pero la probabilidad es baja. Ello porque todas las buenas encuestadoras mostraban que una semana antes de los comicios la mitad de los electores no sabía por quién votar, y que muchos tampoco sabían siquiera por qué votaban. Difícilmente se forma una opinión sólida con esas bases.
En fin, si, como pareciera, el azar estuvo detrás de estos resultados, las implicancias serían varias. Los elegidos deberían entender que en vez de millones de seguidores convencidos, en realidad tienen solo votantes accidentales y volátiles. Los analistas, más que explicar las supuestas nuevas tendencias políticas, deberían preocuparse en entender por qué casi no existen tendencias. Y todos los peruanos de bien deberían ver que existe, aún, la gran oportunidad de formar una opinión política coherente en el país. Que tengan una gran semana.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica