No se votó por el más conocido ni el más popular, sino por el que se consideraba más honesto
Al lado de las muy malas noticias sobre la clase política, en las últimas elecciones municipales de Lima se han visto cambios que podrían ser una tendencia hacia una mejor democracia. Y eso conlleva una gran responsabilidad para los ciudadanos y los elegidos. Veamos.
Primeramente, en la elección del alcalde no ganó quien tenía la más grande máquina publicitaria. Lo importante aquí fue que la gente votó por un candidato que creció por el boca a oreja de muchas personas que entendieron que debían actuar para salvar a su ciudad. Gran noticia, pues muchos ciudadanos se volvieron a interesar por el manejo de la polis, en lugar de abandonarse al pesimismo político creciente.
Por otro lado, si bien no se votó por las propuestas, pues todos ofrecían enfrentar los problemas que eran conocidos ampliamente, las propuestas sí fueron útiles para decidir. Ello porque los ciudadanos las usaron como filtro negativo, eliminando aquellos candidatos con promesas fantasiosas o irrealizables. Como si estuviéramos aprendiendo a sopesar el verdadero valor de las promesas.
Además, no se votó por el más conocido ni el más popular, sino por el que se consideraba más honesto (o más bien por quien generaba menos dudas en ese sentido). Y si pesó en algo la experiencia en el cargo del ganador, quizá fue más importante la confianza de que lo había desempeñado sin sombras o acusaciones mayores. Gran avance frente al “no importa que robe si hace obra” que venía creciendo por años.
Y ese voto mostró también que las distancias sociales parecen disminuir, pese a lo que muchos críticos de esa candidatura señalaron. Eso quizá porque, si bien los limeños tradicionales salen poco, las nuevas clases medias de las periferias caminan más por la ciudad. Y para ellos, sobre todo los jóvenes, Miraflores no es el distrito de las casonas exclusivas de antes, sino más bien el del parque del amor, Larcomar y de la zona de Santa Cruz por donde siempre pasan y a veces visitan.
No es que se haya dado una avalancha de buen sentido democrático, pues el gran ruido político hizo decidir a último momento, pero es un gran avance el tener un ganador claro, elegido por su experiencia y su pasado, y reconocido sin críticas. De hecho, si los candidatos improvisados entendieran que con un ciudadano más crítico es difícil ser un ‘outsider’ exitoso, ya avanzaríamos mucho.
Pero por sobre todo, creemos que este resultado genera en el alcalde Muñoz y en quienes votaron por él, una doble responsabilidad. Mejorar la ciudad porque todos esperamos una vida mejor para nuestros hijos, y hacerlo porque una buena gestión ayudará a que los ciudadanos volvamos a creer en la democracia, y en la importancia de votar conscientemente.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica