En campañas de marketing social en las que trabajé, algunas mamás de Perú y Centroamérica no querían vacunar a sus hijos porque estando en plena salud los pinchaban y generaban fiebre por unos días.
¿Qué cura es esa? Decían. Igual podría ocurrir con la vacuna contra el COVID 19 donde el marketing, la disciplina que busca incrementar el bienestar al unir la oferta con las necesidades de la demanda, podría también ayudar.
¿Qué problemas pueden presentarse? Primero, la falta de información, desde la existencia misma de la vacuna hasta el número de dosis o su tiempo de protección. Una mala comunicación haría por ejemplo subvalorar o sobrevalorar sus ventajas, por ejemplo hacer abandonar las normas de higiene luego de vacunarse.
Segundo, la motivación, pues muchos serán reacios a vacunarse dudando sobre los efectos secundarios del medicamento. Además aparecerán teorías conspiratorias (genocidio generado por las grandes potencias, etc.) contra las cuales debemos tener mensajes muy claros.
Tercero, la manera de hacerlo. Aquí los horarios deben considerar a públicos muy variados, como vacunar de 4 a 7 am en algunas zonas rurales.
Y, parecen temas obvios, deben comunicarse bien las fechas, lugares y turnos de vacunación, pero hemos visto invertir mucho en comunicar los beneficios y poner poco énfasis en datos más básicos.
Y se debe analizar la comprensión de los mensajes, evitando creer que poco educado equivale a poco inteligente.
Por cierto, la comunicación no siempre debe ser masiva: en las vacunas para niños de mi experiencia, se debió convencer primero a las mamás mayores, más tradicionales pero de gran influencia sobre las madres jóvenes. Y hay mucho más que el marketing puede ayudar.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio