Después de muchos años teniendo mi columna en El Comercio todos los lunes, me dijeron que el 8 de marzo, por el Día Internacional de la Mujer, solo iban a tener articulistas femeninas. Eso me molestó pero me hizo recordar muchas cosas.
Me hizo recordar que las mujeres son discriminadas en los trabajos, donde reciben ingresos hasta 40% inferiores a los hombres. Y me hizo pensar en las mujeres Modernas, que además de trabajar fuera hacen la mayor parte de las tareas del hogar. Pensé también en las mamás Conservadoras, que dedican todo su tiempo al cuidado de su familia, tarea que a pesar de que pocos esposos quieren hacer por su inmensa exigencia, es considerada por ellos mismos como de menor importancia que traer dinero a la casa. Y en el mismo sentido pensé en la discriminación que se hace con las profesiones de mayor presencia femenina, como secretaria, enfermera y maestra de escuela, que por ello son menos remuneradas que aquellas con el mismo nivel de exigencia, pero más masculinas, como carpintero o electricista.
Y recordé lo que les ocurre a las señoras que sufren violencia familiar, que cuando van a quejarse son tomadas a la ligera, porque muchos creen que es un derecho del marido el “corregir” a su pareja. Peor aún, algunos consideran que las culpables de las agresiones sexuales sufridas por mujeres son ellas mismas, que se vestirían para “provocar” a los hombres.
Y si en nuestra región ya no hay leyes abiertamente discriminatorias como la que hasta mediados del siglo XX solo permitía el voto masculino, quedan muchísimos aspectos culturales que no son equitativos. Uno de ellos es, por ejemplo, el que se vea como totalmente natural que al casarse Juanita Rojas se convierta en Juanita de López, pero no que Pedro López se convierta en Pedro de Rojas. Y lo mismo con los hijos que “naturalmente” serán López Rojas, pero nunca a la inversa.
Por el contrario esta reflexión me hizo pensar en lo bueno que es ver que las cosas cambien, que hoy más de la mitad de las nuevas empresas son creadas por mujeres, y que en las aulas universitarias ellas son más numerosas (y con mejor rendimiento) que ellos. Eso augura que, en el tiempo, la fuerza económica y social del sexo femenino crecerá más, siendo la prueba de que eso ocurre la discriminación que este Diario nos hizo el lunes a los hombres, dándoles la palabra solo a las mujeres.
No puedo negar que en un primer momento me disgustó que me quitaran el lugar. Pero luego, viendo lo que me molestaba, que un día en el año me quiten el sitio para dárselo a una mujer, imaginé cómo se deben sentir las mujeres que viven esa experiencia todos los días del año. Y por eso terminé agradeciendo la medida.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
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