El Vaso medio lleno. Reflexiones sobre sociedad y empresa
Uno de los grandes problemas del país es sin duda la desigualdad entre Lima y algunas regiones de la costa con la mayoría de las regiones de la sierra y la selva. Para enfrentarlo deberíamos seguir el ejemplo de los Incas, que con el Qhapaq Ñan unieron a todo el Tahuantinsuyo a través de más de 40.000 kilómetros de rutas. Veamos.
¿No será que las diferencias entre regiones resultan de la poca riqueza potencial de algunas zonas? Tal vez sea así en algunas partes andinas muy áridas, pero no en la selva de inmensa riqueza que no logra desarrollar todo su potencial. ¿Será que no se han hecho esfuerzos para generar empresas productivas? Es importante desarrollarlas, pero hay numerosos ejemplos, como la siembra de cacao y naranjas y la construcción de infraestructura turística, que no han logrado los resultados previstos. ¿No es un tema de actitud de algunas poblaciones? Más allá de lo impertinente de la pregunta que implica que unos peruanos son en esencia mejores que otros, la contradicen ejemplos como el de los migrantes cajamarquinos, que en Chiclayo pudieron desarrollarse mucho más que en su región de origen, y también los provincianos en Lima. ¿Entonces es Lima, que se queda con toda la riqueza? Desde hace varios años el 25% del presupuesto estatal se aplica a regiones, pero en muchos casos no va a temas productivos sino a subsidios, que incrementan la dependencia.
¿Qué otra razón explicaría entonces la diferencia entre Lima y muchas regiones de poco avance? Una fácilmente observable, aunque sin duda no la única, es que las regiones con menos avance son aquellas que tienen más problemas para cumplir con esa regla básica de la economía que dice que la producción solo tiene valor cuando se encuentra con quien la consume, se trate de cobre, plátanos o artesanías. Así, quizás gracias a la deficiente pero funcional carretera Panamericana que la conecta con otras ciudades, y con los puertos que la conectan con el mundo, nuestra costa puede crecer más que nuestra sierra y selva.
Es cierto que hacer buenos caminos es caro y complejo, pero los resultados pueden ser impresionantes como se vio cuando el presidente Eisenhower creó el sistema de autopistas interestatales de USA, y también en nuestra selva, que con la carretera marginal del presidente Belaunde, pasó de albergar del 5% al 15% de la población. Igual con los más de 1.500 kilómetros de caminos del gobierno de Alan García, que elevaron drásticamente la productividad rural. Por cierto, el esplendor de nuestra sierra se dio cuando las rutas principales del Qhapaq Ñan pasaban por las regiones altas que hoy tanto preocupan.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos para tener mejores rutas? Por el momento, exigir que estén consideradas en los planes de los candidatos para las elecciones del 2026, sobre todo porque a ellos les es más fácil hacer estadios y monumentos que embarcarse en grandes proyectos de infraestructura. Luego, una vez electos, controlarlos para que cumplan con lo ofrecido, porque, si crecen las regiones, crecemos todos.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio