“A sus 70 años muchos peruanos siguen trabajando en cachuelos”
Los peruanos que hoy tienen 70 años a más han vivido todos los grandes problemas del país de la segunda mitad del siglo XX, y son los que peor la están pasando hoy, pues no tuvieron tiempo de acomodarse con el crecimiento posterior. Tenemos una deuda con ellos, y hay oportunidad para saldarla.
En una consultoría que hicimos para la Asociación Peruana de Empresas de Seguros (Apeseg) sobre este grupo social, encontramos que a muchos de esas señoras y señores (hay más mujeres que hombres de esa edad) sus ingresos no les alcanzan para cubrir sus necesidades. Y por esa razón su situación anímica sufre, pues tienen que depender de la ayuda de otros.
¿La razón de este problema? Básicamente es de dos tipos. Una histórica, pues su vida adulta comenzó con la debacle económica y social del país de las dictaduras militares y siguió con la hiperinflación, el terrorismo y luego el ‘fujishock’, que los obligaron a dejar sus hogares y migrar a las periferias de las ciudades. Y cuando en el siglo XXI el país empezó a mejorar ellos ya no eran lo suficientemente jóvenes como para aprovechar las oportunidades económicas del momento ni para adaptarse a las nuevas tecnologías.
La otra razón fue de previsión, pues preocupados por hacer sobrevivir a sus familias no tuvieron tiempo, información, ni capacidad para pensar en su futuro. Y que siendo la mayoría trabajadores independientes, no estuvieron obligados a ahorrar para su jubilación, como se exigía a los dependientes formales.
¿Sus grandes fortalezas? Así como tienen problemas, también tienen fuerzas que deben reconocerse y aprovecharse. Una, su tenacidad, pues a sus 70 años muchos siguen trabajando en cachuelos o pequeños negocios, algo que los países desarrollados quisieran que sus mayores hagan para mejorar sus fondos de jubilación. Dos, el apoyo de su familia, pues casi todos viven con hijos y nietos que los proveen de sustento y afecto. Tres, la casa propia que construyeron con sus manos y que hoy, cual hipoteca inversa informal, cobija a su familia extendida. Cuatro, aunque solo en un tercio de ellos, la pensión de retiro, que siendo exigua, hace una gran diferencia en calidad de vida con los que no la tienen.
¿Su gran pesadumbre? Claramente, no haber ahorrado más para sus años mayores. Si lo hubiera hecho, dice uno de ellos, “podría comer un poco mejor hoy día”. Así de fuerte.
En fin, usando creativamente sus fortalezas los ciudadanos, gobierno y empresas podríamos mejorar la vida de los miembros de esta generación que cargó con todas nuestras crisis. Y los plateados del futuro podrían mejorar la suya, escuchando su consejo de ahorrar a tiempo para no sufrir mañana de lo mismo.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica