La discusión actual sobre las tesis del presidente, de su esposa y de otras autoridades, se ha centrado sobre si ellas certifican o no su calidad profesional. Se olvida allí que las tesis universitarias tienen también otras funciones importantes. Veamos.
Ciertamente, una tesis universitaria es una especie de examen que certifica la calidad de la formación recibida por un estudiante. Con ese trabajo el candidato demuestra su capacidad profesional y la institución que lo ha formado tiene pruebas de la buena educación que le dio. Una buena tesis de medicina es una evidencia de que el médico que la universidad presenta a la sociedad conoce cómo salvar vidas y curar enfermos.
Pero las tesis también tienen una función de formación académica, puesto que efectuarla implica una profundización en determinados conocimientos sobre los cuales el tesista se volverá un experto. Se espera que el profesional que realiza una tesis, por ejemplo, sobre enfoque de género en la educación, sea luego un gran conocedor, un referente, sobre ese tema. Y también allí es importante el aprendizaje sobre métodos de investigación científica para, eventualmente, poder aportar más en el futuro.
Pero, por encima de todo, las tesis universitarias tienen como función aportar al desarrollo de los países mediante la innovación. Con la enseñanza se transmite lo que dicen los libros, y con la investigación se crea lo que los libros dicen. Si con las clases un ingeniero peruano aprende cómo construir paredes, con su tesis puede aportar a mejorar la resistencia ante un sismo de las paredes que otros construirán próximamente. Es por ello que en todos los países se exigen tesis, porque así se concreta el aporte del alumno y de la institución al bienestar de la sociedad.
Se puede entender, entonces, que una buena tesis debe demostrar que ha sido hecha por el alumno mismo y no por terceros, para certificar su calidad profesional; debe evidenciar un conocimiento profundo del tema, con citas y referencias, para garantizar la especialización de su autor; y, más allá de las citas de terceros, debe ser ella misma original, evidenciando el aporte que la sociedad necesita para avanzar.
En fin, teniendo en cuenta esos aspectos, es evidente entonces que quien hoy quiere defender los malos trabajos académicos usando formalidades o legalismos está escondiendo el hecho de que una tesis es, sobre todo, un compromiso moral asumido con la sociedad. Y que quién hoy busca discutir si la responsabilidad del resultado es del tesista o de la institución, no ha entendido que la responsabilidad allí no se divide ni diluye, sino que se duplica. Que tengan una buena semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
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