“Actuando así no vamos a ‘salvar al mundo’, sino que nos salvaremos nosotros”.
Mientras escucho las noticias sobre los terribles incendios en Australia, pienso en temas que me dan esperanza de que podríamos salvar al mundo de la destrucción, si quisiéramos hacerlo.
Recuerdo primero un reciente viaje a las islas Galápagos, que el Gobierno Ecuatoriano se ha preocupado desde hace muchos años en conservar en su estado lo más natural posible. Tanto que las iguanas, las tortugas y los lobos marinos se pasean con tranquilidad por todas partes, sabiendo que ellos valen tanto (¿o más?) como las personas. Y en donde al bucear en medio de peces de colores, pasa con tranquilidad una fila de tiburones tintoreras que, según los guías, son inofensivos para las personas. Vivir en armonía es posible.
Veo además que algunas industrias empezaron ya movimientos para autorregularse, como el del sector de la moda. Allí se están generando certificaciones sobre buen uso de recursos naturales en la confección, y también planteamientos para volver a ropa sostenible y de mayor duración, en lugar de los productos desechables de la moda rápida.
Y por si las personas o las empresas no quisieran autocontrolarse, me llama la atención la intervención de algunos gobiernos europeos para que los bienes llamados durables, sean eso, durables. Así, entre otras medidas, están obligando a que los artefactos tengan partes reemplazables y reparables, para evitar los actuales aparatos de “usar y botar”. Ciertamente, industrias, como la del automóvil, podrán ver en ese tipo de medidas una amenaza, pero las más hábiles encontrarán allí la oportunidad de diferenciarse de la competencia y ser aún más rentables.
Pero mucho más importante que todo lo anterior es ver lo rápidamente que la gente ha aceptado la reducción del uso de bolsas plásticas y de sorbetes. No es que sea grandemente significativo por el ahorro de plástico que conlleva, pero sí lo es porque pone el tema del ambiente en el día a día de muchas personas. Y por eso, me da esperanza saber que a las tres “R” clásicas de la conservación que eran Reducir, Reutilizar y Reciclar, se les ha agregado una “R” más, la de Rechazar todo aquello que no sea necesario. Porque la fuerza de la ciudadanía es la única que realmente cambiará las tendencias, y obligará a empresas y gobiernos a orientarse hacia la sostenibilidad.
Ya casi al terminar me doy cuenta de lo errada que resulta mi reflexión. Que actuando así no vamos a “salvar el mundo”, sino que nos salvaremos nosotros. Porque lo más probable es que si continuamos portándonos como hoy, en algunos años ya no estará nuestra especie, pero las tortugas e iguanas continuarán viviendo, como lo hacen desde hace cientos de miles de años en Galápagos. Que tengan una gran semana.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica