Cuando el principito le pide al rey del mundo que ordene al sol que se oculte, le contesta que espere un poco, que lo va a ordenar al atardecer. “Porque para ordenar debo asegurarme de que el pueblo puede obedecerme. Puedo ordenarle por ejemplo que deje de trabajar, pero hasta un límite, pues cuando no tenga recursos, desafiará mi autoridad”.
¿No puedes tu darles tus riquezas? “Puedo usar los ahorros del país, pero con mesura, pues si al principio me van a aplaudir, podría dejarlos sin protección para mañana”. ¿Y no podrías ordenarles a otros que aporten? “Puedo hacerlo con los empresarios, pues sabiendo que si ellos quiebran no podremos recuperarnos nunca. Reinar bien es sobre todo lograr con organización, enseñanzas y estímulos que los súbditos hagan lo que la autoridad desea. Un buen rey los estimula a quedarse en casa, pero si deben salir, les ayuda a que lo hagan sanamente”.
¡Pero los reyes nunca se equivocan! dijo el principito. “Los buenos reyes saben rectificarse cuando es para ayudar mejor a su pueblo. Porque si le va mal al rey, también pierden sus súbditos. Te espero esta tarde para ordenar esa puesta de sol”.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica
Artículo completo: El Comercio