Más allá de algunas rebuscadas teorías conspirativas, muchos analistas dicen que la ineficacia del modelo actual y el centralismo limeño explicarían el gran viraje del pueblo peruano hacia la extrema izquierda en estas elecciones. Sin embargo, la evidencia empírica no lo corrobora. Veamos.
¿Viraje del pueblo hacia la extrema izquierda? Difícilmente, pues el 19% de votos por Perú Libre no le hubiera permitido siquiera entrar a segunda vuelta en elecciones anteriores. El voto total de la izquierda fue similar al de otros años.
¿Reclamo de las provincias contra el olvido de Lima? En parte, sí, aunque nunca en la historia se les ha transferido tantos fondos. Si antes Lima controlaba el 100%, hoy el 30% del presupuesto nacional se entrega a regiones y municipios, que, más bien, devuelven dinero por no poder gastarlo.
¿Voto de protesta contra la desigualdad que genera el modelo económico? Los datos dicen lo contrario pues este modelo sacó de la pobreza a casi la mitad de los peruanos (pasamos de 60% a 20% de pobres). Además, el índice de Gini muestra que la desigualdad disminuyó de 0,51 a 0,44 por el mayor crecimiento porcentual de ingresos en los más pobres que en los ricos.
¿Qué puede entonces explicar este resultado? Claramente, el rechazo a la inoperancia del Gobierno, cuya mayor muestra es que 70% de los peruanos elige trabajar a sus espaldas. Rechazo que creció cuando la pandemia generó 6% más de pobres y no pudo proveer oxígeno, camas UCI y vacunas, teniendo fondos disponibles. Por cierto, tanto en Lima como en provincias las autoridades devolvieron presupuestos asignados para hospitales, escuelas y carreteras y, además, sucumbieron a la corrupción, que no es propia de un modelo específico. Más que el modelo, el gran problema del Perú ha sido quién se encargó de ejecutarlo.
¿Tuvo algo de bueno este resultado electoral? Dentro de lo malo, la gran dispersión de candidatos nos ha permitido ver a ese 20% de peruanos pobres, y en su mayoría rurales, que eran casi invisibles para las ciudades y para las autoridades. Ciudadanos cuyo voto siempre fue disperso pues nunca tuvieron quién los representara, y que esta vez votaron, más que por una idea política, por alguien que sintieron cerca, alguien que con un sombrero campesino y un lápiz les habló de sus problemas.
En fin, ¿qué enseñanza deberíamos sacar de estas elecciones? Que más que cambiar el modelo, necesitamos elegir autoridades capaces y vigilarlas para que lo apliquen bien, sacando así a más peruanos de la pobreza. Porque además de ser injusto moralmente, mientras exista un solo conciudadano sufriendo en el país, nuestra democracia estará en peligro. No lo olvidemos. Que tengan una gran semana.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio