Más que solo de pobres contra ricos o derechas versus izquierdas, estas elecciones tienen mucho que ver con el declive histórico de la importancia de la sierra peruana. Eso debe resolverse para evitar crisis como la que vivimos hoy. Veamos.
Desde tiempos inmemoriales, el Perú fue una sociedad serrana, siendo el incaico el único gran imperio en la historia universal que se desarrolló por encima de los 2.500 m. sobre el nivel del mar. Luego, los españoles quisieron que Cusco o Jauja sean su capital, pero dos grandes problemas se lo impidieron. Primero, la lejanía del mar, que era su ruta de comunicación con España, y segundo, la dificultad de reproducirse de sus caballos, vacas y de ellos mismos, debido al menor nivel de oxígeno en la altura. Por eso decidieron ubicar su capital en Lima, lo que no impidió que los cinco siglos siguientes la sierra siguiera concentrando a la mayoría del país.
Todo cambió drásticamente a partir de 1960 cuando un gran éxodo de su población (entre otros por la mala reforma agraria y el terrorismo) hizo que de tener el 65% de los peruanos la sierra pasara a tener solo el 29% de estos. Eso duplicó la población de la selva (pasó de 7% a 15%) y de la costa (de 28% a 56%), que así se beneficiaron del aporte de los migrantes serranos, que como todos los que se arriesgan a salir, son en mayor proporción gente audaz y emprendedora. Como resultado del aporte migrante, las ciudades de la costa (casi todas ubicadas en el norte) disminuyeron su nivel de pobreza y de desigualdad con mayor fuerza que las de la sierra (emisoras de migración, en mayoría ubicadas en el sur).
El lector habrá observado que las zonas descritas arriba son similares a las que el 6 de junio votaron unas a favor y otras en contra del sistema imperante. Y habrá, por tanto, deducido que la división entre peruanos excluidos y peruanos integrados al crecimiento que tanto se comenta, parece obedecer a que en la costa se originó un círculo virtuoso de desarrollo que atrajo más crecimiento, mientras que nuestra sierra se convirtió en emisora de valiosos migrantes, más que receptora de oportunidades.
¿A qué conclusión práctica nos lleva este punto? A que el futuro de un Perú unido pasa por desarrollar nuestros Andes, haciéndolos atractivos en sí mismos, para que disfruten más de los beneficios de los minerales y el turismo que generan. Para que al tener tantos atractivos como la costa o Lima (la ciudad con más población serrana del Perú), se conviertan en un imán de los mejores ciudadanos, que generen más desarrollo. ¿Imposible? No, pues nuestra historia ha mostrado que la mayor grandeza del Perú se dio cuando fuimos una cultura andina. Que tengan una buena semana, a pesar de todo.
Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Artículo completo en El Comercio