El que en el Perú hoy solo se hable de violencia, crisis económica y política pero no de todo lo bueno que también ocurre en las regiones, la economía y la vida de las familias muestra que tenemos muchos sádicos y masoquistas atentando contra la felicidad de la gente normal. Me pongo mi sombrero de psicólogo, para ayudar a identificarlos y enfrentarlos.
Un sádico es aquel que goza causando dolor, mientras que un masoquista es quien goza sintiéndolo. ¿Cómo reconocer entonces a un sádico social? Muy fácil, busque usted a quien nunca habla de cosas positivas sino solo de violaciones, accidentes, problemas empresariales y de lo mal que van la economía y las autoridades. Más aun, pregúntele por qué actúa así y le dirá que quiere ayudar a resolver los problemas, pero no es verdad, pues no da salidas realistas ni actúa para evitarlos. No es como el dentista, que genera dolor para curar, sino que muy probablemente encuentra placer en causar infelicidad. Haga su lista de conocidos.
Pero los sádicos no serían tan numerosos si no hubiera mucha gente que goce con recibir las noticias desagradables. ¿Cómo reconocer a un masoquista? Fácil, busque a quienes escuchan al amigo alarmista sin protestar, siguen siempre el noticiero que muestra más miseria y admiran al locutor más extremista. Si bien tienden a disminuir (lo sabe usted lector, que hace más zapping y ya no sigue algunos noticieros), los masoquistas son aún muchos en el Perú. Si hace una lista de sus conocidos así, verá que a todos parece gustarles sufrir.
¿Y se los encuentra separados? Hay sadomasoquistas que aman sufrir y agredir a otros, pero lo común es que ambos se complementen, como en las relaciones malsanas de pareja. De hecho, pareciera que muchos peruanos, sobre todo los más jóvenes, hoy empiezan a pensar que esa agresión es normal, lo que estimula a los agresores a atacarnos más. Se da el clásico círculo vicioso entre sádicos y masoquistas, y lo sufrimos sobre todo quienes no somos ni uno ni otro.
¿Cómo romper ese círculo? Un círculo así se debe romper por el lado de los agredidos. Así, para librar a nuestros hijos de esa violencia, los ciudadanos podríamos empezar a poner en evidencia a los sádicos, para quitarles fuerza, y a los masoquistas, para hacerlos reaccionar. Igualmente podrían romperlo las empresas, si para proteger a la sociedad decidieran no financiar los programas o líderes de opinión cuyo único mensaje es agredir a los ciudadanos. Lo que no ocurrirá es que sádicos o masoquistas se corrijan a sí mismos, y es el deber de la gente normal el mostrar a la sociedad que no todo lo que aquí ocurre es malo, y que en el Perú tenemos muchas cosas por las cuales podemos estar orgullosos y felices.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de Arellano Marketing y profesor en Centrum Católica