La gran preocupación sobre la llegada de venezolanos al país hace evidente que olvidamos que aquí, así como quien no tiene de inga tiene de mandinga, quien no tiene de migrante externo, lo tiene de migrante interno. Veamos.
El término migrante, tan usado antes para referirse a los millones de peruanos que dejaron sus pueblos para venir a las ciudades grandes, se ha vuelto a poner de moda con los venezolanos. Si bien el origen ha cambiado, fundamentalmente es el mismo fenómeno, y debe ser tratado con respeto similar.
Así, más allá de la solidaridad con el prójimo en desgracia y la gratitud al pueblo que acogió a muchos miles de peruanos en nuestros peores momentos, podemos prever que los migrantes venezolanos, más que un peligro, serán un aporte a nuestra economía.
En efecto, estudios recientes en Norteamérica y Europa muestran que en el mediano y largo plazo los inmigrantes, incluso los refugiados, aportan crecimiento al PBI. Y si en el corto plazo pueden afectar el empleo de algunos, la evidencia es que no crece el desempleo total. De otra parte, quienes temen que aumente la delincuencia, deben saber que sus tasas de delito son muy bajas, pues saben que un pequeño problema policial arriesga su estadía. Y si allá ocasionan costos de salud y educación al Estado, sería poco atinado pensar que en el Perú reciben esos beneficios, pues estos no los tienen de forma conveniente ni los nacionales.
Más bien, los que salen son generalmente más fuertes y decididos que sus pares de origen, por lo que su aporte al lugar de arribo es mayor. Así, más pierde su país, como ocurrió aquí, donde gran parte del atraso rural se debe a que nuestros migrantes internos fueron los más preparados, que partieron hacia las ciudades. Y así como nuestros ayacuchanos y ancashinos trabajaron en Lima más fuerte que nadie para salir de sus penurias, lo hacen los migrantes externos, que trabajan día y noche y en cualquier ocupación, pues no tienen estatus que guardar o presumir. Los migrantes se esfuerzan más.
Por ello sorprende la corta memoria que tienen muchos, que olvidan que como el 90% de los Reyes, los Chávez y los Quispe, sus padres o abuelos vinieron a refugiarse a la ciudad, donde fueron maltratados y discriminados por los citadinos de antes (ellos mismos nietos tal vez de un alemán o italiano que vino huyendo del hambre y terror de la Segunda Guerra Mundial). Y olvidando que a pesar de todo, fueron ellos quienes desde el arenal de la discriminación, construyeron el desarrollo que hoy vive el país.
Sería bueno que sepan que, allá por los años 40, una propuesta parlamentaria planteaba exigir una visa para controlar el ingreso de provincianos a la capital. Para combatir los problemas que traerían. Para reflexionar.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de Arellano y profesor en Centrum Católica