Cada vez con más frecuencia padres relativamente mayores se quejan de que sus hijos esperan mucho tiempo para darles nietos. Si bien eso no es muy agradable para los futuros abuelos, sus consecuencias para la economía y el bienestar de las familias son bastante positivas. Veamos.
En la historia reciente de la humanidad, la edad promedio para tener hijos aumentó sustancialmente. Si a comienzos del siglo XX era común que las mujeres tuvieran familia a los 16 o 17 años, en los años 80 ya la edad promedio estaba alrededor de los 20 años. Y hoy no es raro que los hijos empiecen a llegar cerca de los 30, sobre todo en los segmentos sociales más educados. Ese cambio se debió fundamentalmente a la difusión de los métodos anticonceptivos y a las mayores oportunidades de desarrollo de las mujeres, y se afianzó por los beneficios que genera para las parejas.
Primero, las parejas de hoy tienen mayor tiempo para juntar un capital que las ayude a enfrentar el futuro. Al no tener cargas familiares aún, entre los 20 y 30 años los jóvenes pueden acabar de estudiar una profesión e invertir en bienes que les darán comodidad posterior. Comprar el auto, dar la cuota inicial para el terreno o el departamento y a veces hasta obtener una maestría son hoy parte de esa preparación para recibir a los hijos que las parejas de antes no tenían. De alguna manera, las parejas de hoy se anticipan a las cargas familiares que deberán enfrentar, mientras que las de antes las iban asumiendo a medida que llegaban.
El tenerlos un poco más tarde también tiene una correlación natural con el número de hijos de las familias. Así, si una madre de antes tenía su cuarto o quinto hijo a los 28 años, una de hoy tendrá su primero o segundo a esa edad, y difícilmente querrá tener más. Como el lector sabe bien, menos hijos significan también más recursos dedicados a cada niño, permitiendo darles mejor cuidado de salud, mejores colegios y eventualmente dedicarles mayor tiempo. En una frase: mejor vida para padres y pequeños.
Y más allá de lo económico, todo lo anterior permite que los jóvenes de hoy lleguen a la paternidad más sosegados, pues ya han disfrutado bien de los placeres de la juventud, lo que difícilmente ocurría con sus antepasados. Eso tiene un valor no poco importante en términos de calidad de vida para las personas.
Ciertamente todo lo explicado no disminuirá el deseo de los abuelos potenciales de ver a sus nietos cuanto antes. Pero quizás será un buen paliativo la otra noticia que nos da la demografía; el promedio de vida aumenta cada día. Eso implica que los abuelos ansiosos tendrán más años para disfrutar de sus futuros nietos. Algo que, pensándolo bien, no es tan mal consuelo.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de Arellano y profesor en Centrum Católica