Mientras se exagera lo malo, se habla muy poco de lo bueno.
El libro “Kusikuy”, sobre la felicidad de los peruanos que acabamos de lanzar (Arellano con colaboración de Perú2021, E&Y y USIL), muestra que nos ponemos 16 de nota en la escala usual de 0 a 20 ante la pregunta de cuán felices nos sentimos. Y muestra también que no creemos que esa felicidad sea compartida por nuestros compatriotas, pues les ponemos solamente 12. ¿Por qué esa extraña situación donde cada una de 10 personas dice que se siente bien, pero piensa que las otras 9 se sienten mal?
La investigación nos da diversas pistas, siendo la primera la evidencia de que las alegrías y tristezas que vivimos diariamente no se reflejan en lo que escuchamos de fuera. Y que más bien, como “negacionistas” de nuestra felicidad, solo recibimos noticias de lo malo que les pasa a otros.
Así, vivimos abrumados por correos, noticias y comentarios sobre robos, corrupción, muertos en accidentes y desagües rotos, que son temas importantes por conocer, pero cuya magnitud no corresponde a la realidad. ¿Qué explica por ejemplo que un desagüe en tres manzanas de un barrio sea la noticia central durante varias semanas? Dado que el público no controla los titulares o comentarios, lo más probable es que ella está allí mientras quienes solo difunden lo malo no encuentren otro evento desagradable para reemplazarla.
El problema es que mientras se exagera lo malo, se habla muy poco de lo bueno que le ocurre al país y más aún, nadie refleja nuestros éxitos personales, el crecimiento de nuestro negocio, la construcción de la casa, el ingreso del hijo a la universidad, la salida a comer en familia o el traje que estrenamos. Eso que nos hace felices solo lo sabemos nosotros y por eso nos ponemos 16, mientras que el 12 de nuestros compatriotas lo tomamos de las noticias malas, que suenan más.
¿Pero no será bueno eso para los que dan las noticias infelices? No lo es, pues si tal vez ellas son más impactantes y llaman la atención, se empieza a ver que en el mediano plazo pierden quienes solo difunden esos temas, pues las personas las evitan, para no ser agredidas. La declinación de muchos medios ¿no se deberá en parte a que hoy más peruanos evitamos escuchar a quienes solo muestran infelicidad, y no reflejan la realidad más balanceada de nuestra vida diaria?
¿Es eso dañino para el país? Sin duda, lo es porque no nos permite querer ser más peruanos, ya que eso sería identificarnos con gente supuestamente más desdichada que nosotros. Y por lo mismo no nos hace querer más a nuestro prójimo, al que solo asociamos con delitos y desgracias. Y si no nos queremos, tampoco cooperaremos para avanzar juntos. Comencemos a cambiar esa situación, esta semana.
Rolando Arellano Cueva
Presidente de ARELLANO y Profesor en Centrum Católica